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viernes, 20 de septiembre de 2013

Tristezaaa... Oh por favor yo te pidooo...

Kevin Roberts, nos convenció de que una marca debe apelar a las emociones para trascender en la mente del consumidor. Y así podría volverse una Lovemark ©.  Y que la emoción más potente es el amor, que encierra sentimientos como la protección, la seguridad, el compartir que son valores instintivos.  Y eso lo saben varias marcas emblemáticas desde un navideño y peruanísimo Panetón Donofrio hasta un mágico y universal Disney.

Pero Roberts nos habló también de otras emociones y que las más efectivas en marketing son las que son difíciles de “esconder” en la vida real. La alegría, la sorpresa, la tristeza, la ira… y que cualquier marca que logre comunicar con credibilidad y complicidad alguna de estas emociones logrará el compromiso de sus consumidores, y habrá escalado un peldaño en su construcción de marca.

Particularmente me causa empatía ver el comercial de San Fernando, por recordar a mi familia retratada en su pieza “atún de pollo”.  Igualmente me genera sonrisas el verme identificado con algún personaje de los comerciales de Coca-Cola, por mencionar algunos.
Pero la tristeza también provoca emoción.  Y bien manejada puede movilizar (y VENDER) porque como cualquier otra emoción evocada por el marketing, está buscando conectar con el consumidor,  provocando deseo (angustioso, nostálgico) hacia el producto centro del mensaje. La tristeza puede ser entonces tanto un sentimiento crudo usado para mover nuestro espíritu o un recurso gatillador que abra una historia que luego quiebre y nos sorprenda, dejando luego un mensaje positivo.

Vieron la última campaña de Nescafé Decaf? La pieza que reza “decían que los hombres no lloran…”? Pues bien, a lo segundo me refiero.  Es el uso de la tristeza como un gancho creativo para generar impacto que gana nuestra atención y se transforma en una factor de identificación.  Muy bien pensado, claro, sobrio.  Preámbulo óptimo para un quiebre posterior que llega al punto central.  Desvelar la “verdad” detrás de que el café sin cafeína no cambia de sabor.


O vieron el de Renault?, el del audio de “Boys don’t cry” modificado?  Donde usan la tristeza como un recurso gracioso para todos quienes tienen la mala suerte de haber comprado otro modelo de auto “ayer” y se enteran “hoy” de que el nuevo Renault es una mejor opción.  Para llorar!! Y se burlan de esa circunstancia. Total, a quién no le ha pasado algo parecido!?


Entonces, la tristeza puede funcionar como emoción identificadora porque captura y genera causa común.  Puede generar mensajes que creen conciencia o usarse para motivar risa con uso irónico contrapuesto.  Todo bien con eso. Pero también puede generar piezas difíciles de digerir. 

Vieron el último de LG Optimus con Movistar?  El de una chica que llora y repite chis en una charla algo rara para luego presentar un avance tecnológico (tratando de vender beneficio funcional camuflado en una pieza emocional).  La pieza termina con la sufrida “terminada” riendo a cámara con Chiara Pinasco en una circunstancia inconexa con el resto de la pieza. Pero básicamente me pregunto si era necesario el llanto en la pieza. Si es que se podían implicar todos los “chis” con situaciones risueñas (y sin traición del novio).  Acaso construiría eso una imagen de marca más positiva y que se enfoca en lo bueno? Nos generaría más empatía?


Y hay otro, el último de Nextel donde la gente llama para comunicar ideas súperfelices pero llora a mares por el costo.  Mi mente lo rechaza porque el llanto le ensucia llegar al mensaje central, me lo hace poco digerible.  Estar feliz por salir de vacaciones pero llorar por una llamada que cuesta menos de 1 sol?  Y repetirlo en 3 viñetas distintas?  Siento un uso exagerado de un recurso que no aporta y que causa más bien extrañeza por lo inverosímil.  Las situaciones resultan más que graciosas y creíbles, estrambóticas y algo desconectadas. Por ello me generan rechazo. (Aparte que no deja claro el beneficio funcional de las llamadas más baratas a otros operadores, pues la pieza tiene un peso visual muy fuerte en el problema y no en la solución).
(Vean el comercial "Libérate" de Nextel aquí: http://www.youtube.com/watch?v=n61xF-VYDM4 )

En resumen, claro que las emociones venden. Y el llanto también. Sobre todo cuando es consistente con el resto de la pieza, cuando ayuda a generar un punto o lo magnifica, pero si es gratuito pues puede resultar confuso. Recordemos que no suele ser bienvenido ver emociones negativas en pantalla, no somos proclives a ver tristeza en un comercial.  Y no es lo mismo hacer comerciales emotivos que hacer comerciales que son para llorar.

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